El pasado sábado tuve la oportunidad de ver en la televisión una película de la que no había oído nunca hablar: «Up in the air«, protagonizada por George Clooney (perdóname, lector cinéfilo; en adelante habrá algún que otro «spoiler«).
La trama de la película me resultó interesante. Un empleado de una compañía especializada en el despido de personal para terceras empresas (de gran tamaño o multinacionales) mantiene un curioso modo de vida: volar de una a otra ciudad, por todo Estados Unidos, comunicando a los empleados de sus clientes las condiciones de su despido. Lo hace uno a uno, utilizando sus grandes dotes de psicología, el estudio pormenorizado de su currículum y el «savoir faire» de años de oficio. Ha llegado a hacer de ello un arte, aprovechando cada momento de su itinerante vida. Desgraciadamente, «hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad», que diría Don Sebastian: su empresa descubre que gasta demasiado en los incesantes vuelos de sus empleados y decide contratar a una brillante aunque inexperta joven. Esta les suministra un sistema informático que, a través de una videoconferencia -algo similar al Skype– y siguiendo una estudiadísima metodología, permite mantener dichas entrevistas «on line«, ahorrándose así el coste de tanto vuelo. No obstante, y tras una simulación de una entrevista que tuviera por objeto su propio cese, en el que se defiende espléndidamente de las refinadas técnicas de la muchacha, logra hacer dudar a su jefe. Pensando que quizá a la novata le falta mucho por aprender del «arte del despido», por así decirlo, le encomienda una serie de nuevos viajes acompañada de su hábil contrincante.
La película a estas alturas había captado completamente mi atención; en mi imaginación empatizaba con el personaje y me preguntaba hasta que punto actuaría movido por su humanidad o si simplemente estaba tratando de defender su curioso modo de vida, consideraciones morales al margen. No obstante, en mi interior me resistía a creer que una empresa medianamente seria pudiera optar por despedir a un empleado sin que uno de sus jefes siquiera se lo comunicara personalmente (bueno, vale, soy un iluso, que le vamos a hacer)…
Este domingo me disponía a leer con tranquilidad el periódico mientras desayunaba, uno de los pequeños placeres que me procuro de forma reiterada. Entre galleta y galleta, me atraganté y releí despacio un anuncio a toda plana de Coca Cola. En él, la «muy transparente» Coca Cola les informaba a sus empleados de las condiciones de despido, disfrazadas de «oportunidades de recolocación», bajas indemnizadas y prejubilaciones. Lo cual no me parecería mal «per se» si no fuera por un añadido sospechoso: la empresa, aparte de reservarse el derecho a admitir o no cada una de las solicitudes en función de «razones organizativas justificadas» -una coletilla en la que cabe cualquier cosa-, solicita a cada uno de los trabajadores que se conecte a una página web «(…) a la que se tendrán acceso (sic) las personas pertenecientes a los centros o áreas funcionales señalados en un documento anexo(?..)» para, con su DNI y una clave que figura en su nómina notificar formalmente su decisión… Reservándose la empresa, claro está, el despido de todos aquellos que no se avengan a «su plan» si no se logran «sus objetivos».
Al parecer, el ADN americano de la Coca Cola (por mucho «Iberian Partners» que usen cuando les conviene) les llevó a tomar buena nota del principio de la película… Dividimos al colectivo, ofrecemos lentejas enlatadas vía web y provocamos un «sálvese quien pueda».
Mira que me fastidia, pero al final voy a tener que hacer permanente mi particular boicot a la Coca Cola (de la que hasta ahora era gran consumidor). Y es que, razones morales aparte, me irrita sobremanera que una empresa que se ha aprovechado de mi dinero, en forma de subvenciones y ayudas para montar una esplendida red de distribución (recibidas con el supuesto propósito de «crear empleo»), y que tiene unos beneficios en épocas de crisis que ya los quisiera para si cualquier empresa, crea que «vale todo» a la hora de rentabilizar al máximo sus activos. Mucho me temo que, hasta el momento, nada han dicho de devolver esas ayudas…
Bueno, si aun no han entrado en estado de cabreo para con la Coca Cola, les recomiendo este vídeo, elaborado por ellos mismos. Y luego, si así lo desean, me cuentan en los comentarios que les parece…
Una última cosa… si cree que el tema se aleja de los intereses relativos a Leganés, le invito a que visite esta web.
P.D. ¿Saben Uds. como acaba la película? Pues resulta que una de las personas entrevistadas por la joven acaba por «tirarse de un puente» – literalmente -, lo que a la postre da al traste con el fantástico – en el papel – proyecto cibernético. Esperemos que esta parte también la conozcan en Coca Cola y paren este maldito despropósito (el de los despidos masivos, me refiero) haciendo innecesario el titular de este post (tomado de una deliciosa comedia protagonizada por el mismo actor).
Aviso: ni yo ni ninguno de mis familiares trabaja para Coca Cola Iberian Partners, ni está afectado directa o indirectamente por el conflicto. Esta es sólo la opinión de un humilde ciudadano, como Ud… que hasta ahora bebía Coca Cola.
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